Estos contaminantes, conocidos por sus siglas COPs son así llamados por su capacidad de acumularse en los tejidos grasos y permanecer en el medio ambiente durante mucho tiempo, dando lugar al fenómoeno conocido como bioacumulación, del que ya se ha hablado en este sitio. Además de los efectos negativos en los ecosistemas, pueden provocar diversos trastornos y enfermedades en los seres vivos (cáncer, interferencia en la capacidad reproductiva de muchas especies, disminución en el desarrollo intelectual de niños, debilitamiento del sistema inmunológico, etc.)
Podríamos agrupar a los COPs en tres categorías:
- Pesticidas: Aldrina, clordano, DDT, etc.
- Productos químicos industriales: Hexaclorobenceno (HCB) y bifenilos ploriclorados (PCB)
- COPs producidos de forma no intencional: Dioxinas y furanos. Son residuos de algunos procesos industriales. De ellos hablaremos en otra ocasión.
El Convenio de Estocolmo, firmado en 2001, hablaba de la "docena sucia" de contaminantes de este tipo; 120 países lo firmaron para su eliminación paulatina, pero a estas alturas no se han conseguido demasiados logros y el número de sustancias con estas características no se reduce a doce. Reciente mente se han añadido cinco sustancias a la famosa "docena sucia", en una reunión de las partes del citado convenio en Dakar
Debido a su enorme resistencia a la degradación, pueden aparecer en lugares muy lejanos de donde se produjeron. Los localizamos en las cadenas tróficas de las latitudes más altas. La historia del DDT, que aún hoy día se sigue utilizando en algunos paises, puede servirnos como ejemplo de las características y potencialidades de los COPs.