Ya sabemos que estamos en un país ruidoso (el segundo del planeta tras Japón) y cuales son algunas de las consecuencias que sobre nuestra salud puede tener este hecho: malestar, estrés, problemas auditivos, angustia, insomnio, aumento de la tensión arterial… A partir de 65 dB es imposible realizar una tarea compleja; los niños sometidos a altos niveles de ruido durante su edad escolar aprenden a leer con mayor dificultad. Estudios recientes han confirmado, además, que el excesivo ruido guarda una relación directa con los ingresos hospitalarios y que incluso incrementa el riesgo de sufrir un infarto. Hoy podemos considerar la contaminacióm acústica como uno de los principales problemas que encontramos en nuestras ciudades. Según la OCDE, unos 300 millones de personas en el mundo soportan ruidos que imposibilitan una calidad de vida media.

 En España el parque automovilístico, con un coche por cada tres habitantes, se ha convertido en la principal fuente de contaminación acústica. Concretamente,y según un reciente informe del CSIC, Madrid es una de las ciudades más ruidosas de España, debido a sus dimensiones; por otro lado, un estudio realizado por la escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Salle (Barcelona) nos muestra que la mitad de los barceloneses de entre 14 y 27 años sufre deficiencias auditivas irreversibles, como consecuencia del ruido urbano y hábitos de riesgo, como escuchar música a un alto volumen a través de auriculares o en discotecas.

La denominada Ley del Ruido (de noviembre de 2003) es una de las medidas que han comenzado a tomarse contra la contaminación sonora. Antes de la ley, el ruido era legislado por cada ayuntamiento, pero cada uno empleaba distintos métodos. Con la nueva legislación se igualan las medidas: calcular el ruido, hacer mapas con las zonas en las que se debe reducir y señalar las medidas que se deben tomar. Pero, sin duda, como en tantos ámbitos, la educación y la concienciación son los terrenos que debemos trabajar.

(Información tomada de la página web de Consumer)