Azahara Arquillo (2ºA Bach) profundiza en uno de los temas que ya se adelantaron en este blog: las riquezas del Ártico:
Os pondré en situación:
- Polo Norte. Grandes yacimientos de petróleo y gas inaccesibles debido a la gran capa de hielo. Tierra de nadie.
- Cambio climático.
- Deshielo del polo. Las bolsas de petróleo pasan a ser accesibles. Varios países luchan por poseer esta zona.
… Acabarán explotándola. La instalación de una central y el paso de barcos petroleros provocarán escapes de fuel, gasolina…. No sólo contaminará el territorio sino que aumentará el deshielo. Podéis leer la noticia en este enlace.
«El botín en disputa es fabuloso, el mayor del nuevo siglo: enormes bolsas de gas y petróleo antes inaccesibles, yacimientos de diamantes y metales preciosos, nuevos caladeros de pesca, islas que emergen del hielo (capaces de acoger nuevos puertos o bases militares) y rentables rutas transoceánicas.» podíamos leer en LaVerdad, de donde también extraemos este párrafo: «El Océano Ártico, con sus 14 millones de kilómetros cuadrados, alberga un 25% de las reservas de petróleo y gas natural del planeta. Debido a su escasa población, esta zona es más estable que el Medio Oriente (no sería lo mismo depender del petróleo canadiense que del iraní).»
El cambio climático global, en un momento de subida de precios, aumenta la codicia de todos, pero los países más poderosos aún no se ponen de acuerdo en quién es el dueño y de qué. En este momento, lugares por mucho tiempo olvidados pasan a encabezar el interés internacional.
Aunque la Antártida fue repartida en 1959, no existe ningún tratado internacional que determine la extensión de la propiedad de cada nación sobre el Ártico. Así EEUU, Canadá, Islandia, Suecia, Rusia, Dinamarca, Finlandia y Noruega han puesto sobre la mesa antiguos mapas y han sacado a la luz viejos tratados que, en algunos casos, datan de los años 20 como el Tratado de Spitsbergen con los que pretenden justificar su derecho sobre cada espacio por pequeño que sea.
De forma paralela a los manejos políticos y diplomáticos de los distintos países, se han estudiado fragmentos del Ártico, con rompehielos o submarinos nucleares, y los países costeros ya están organizando nuevas expediciones cartográficas para reclamar el mayor territorio posible en respuesta al paso dado por Rusia, que ha sido la primera en reclamar su parte.
Pero las empresas no esperan a arreglos diplomáticos, de esta manera una mina rusa en Svalbard ya extrae carbón de alta calidad más allá del círculo polar ártico, al igual que De Beers, el gigante minero, y otras 60 compañías buscan diamantes bajo lagos congelados en el norte de Canadá y en EE UU, ya hay presión de las multinacionales para aumentar la explotación y exploración petrolífera.
Existe sólo un pequeño organismo internacional, el Consejo Ártico, que puede mediar, pero su enfoque principal es el bienestar de cuatro millones de personas, sobre todo nómadas (inuits y lapones), y el único instrumento legal, la Convención sobre el Derecho Marítimo, no ha sido ratificado por EE.UU presumiblemente por intereses económicos, tal como podemos leer en el enlace del párrafo anterior.
Algunos países como Dinamarca, Canadá y Rusia buscan cordilleras submarinas que unan sus países con el Ártico, lo que les permitiría reclamar su territorio, de una u otra forma parece que “todo vale”.
Independientemente de conflictos puramente burocráticos, hay un problema más grave: las previsiones son pavorosas, algunos científicos calculan que antes de 2030 ya no quedará hielo en verano. Cada vez son más los científicos, ecologistas y ciudadanos comprometidos los que hablan de las zonas costeras que en menos de un siglo quedarán anegadas o de las especies que desaparecerán con el hielo. Y es que, según los últimos estudios el ritmo de crecimiento de las aguas está en medio milímetro al año.
Son muy escasos los espacios en nuestro planeta que aún permanecen vírgenes y entregados sólo al disfrute de románticos, aventureros o ecologistas, uno de estos lugares está seriamente amenazado por el comercio abusivo y el afán lucrativo que preside en la actualidad las actuaciones de la mayoría de los países.
Esta historia, de la que ahora se empieza a hablar, pronto, sin darnos casi ni cuenta, pasará a ser cotidiana. Cuando el enésimo buque haya encallado en sus aguas y la última especie haya desaparecido, nadie dará absurdos argumentos, pero entonces, será tarde.
Más información y otras fuentes utilizadas: