Ovidio relata cómo Rómulo, el fundador mítico de Roma, abrió una zanja profunda, la llenó de frutos, la cubrió con tierra, levantó un altar sobre ella y trazó con un arado lo que serían los límites de la ciudad.
El imparable proceso de extensión de las áreas urbanas hace de los terrenos limítrofes un escenario transitorio, un paisaje efímero marcado por las leyes especulativas del mercado inmobiliario y los planes de desarrollo urbanístico. Y es que, las antiguas murallas que ceñían las ciudades se han vuelto invisibles, pero no por ello menos potentes.
El espacio está en fuga y el tiempo le persigue.
Se trata de documentar una desaparición; cartografiar unos confines que pronto habrán sido rebasados, que pronto habrán dejado de serlo.
Marcados por un signo que traza la línea fugaz del aquí-ahora, los límites nos hablan de un tiempo y un lugar determinado en el proceso de urbanización infinita, de construcción del espacio público.
(Tomado de la página web de Tete Álvarez, artista que trabaja en Córdoba)
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