El primer soplo del otoño

Se fue en silencio José Antonio Muñoz Rojas, ya nos lo contó hace unos días Matías. Buen momento para recordar Las cosas del campo, escrito allá por los años cuarenta describiendo «un ciclo campesino completo». Nuestro pequeño homenaje con su descripción de los primeros soplos del otoño que a nosotros se nos han retrasado un poco este año:

Todavía en agosto, a pesar de la chicharra y de que apenas hay algún braván en los rastrojos, de que siguen las tórtolas y de que aún no han comenzado a acordonarse las golondrinas en los alambres. A pesar de todo, algo indefinible en el tacto del aire, algo en su olor, como un primer soplo del otoño.
Se abren las granadas, y en la frondosidad de los melonares, entre el fruto monstruoso, alguna tardía flor amarilla y diminuta. La mazorca grana, la aceituna engorda. La gente del campo no teme más que al solano. En cuanto la sierra cubre su cresta con un filillo algodonoso, tiemblan. Porque al doblar el día, todo manazas y calentones, hurtando donde puede, el solano de agosto.
A los días se les nota el cansancio. En las últimas eras hay que dormir arropados, porque las noches, al alargarse, se enfrían. Va siendo la hora del braván, de que los membrillos colmen el aire con su aroma y de que caiga el primer fruto de los nogales.
Pronto —el corazón lo anticipa todo— el otoño irá sacando sus tintas suaves y volverá a ser grato pasear por los senderos, entre tierras olientes a recién abiertas y mojadas.